Por Gildardo Uribe Gil (Nutricionista Dietista – Mg en Salud Colectiva)
En los últimos años se ha acuñado la denominación de “comidas rápidas” a comidas o alimentos de baja calidad nutricional1, ya sea por sus altos contenidos de grasas, sal, condimentos, azúcares o aditivos alimentarios. También se utiliza dicho término para hacer referencia especialmente a las comidas como la hamburguesa, “perros calientes” o alimentos envasados o empaquetados como las papas fritas o las bebidas gaseosas, ya que se requiere de menores cantidades del producto para producir efectos adversos a la salud, y porque la población los consume en mayores cantidades, dada su facilidad de consumo.

No obstante, como nutricionista dietista con amplia experiencia en temas relacionados con la salud pública, la academia y la industria, considero que hablar de comida chatarra o comidas rápidas genera desinformación y, por ende, un daño enorme a la capacidad de las personas de tomar decisiones saludables, pero sobre todo decisiones que le generen felicidad a la hora de elegir qué consumir.
¿Son realmente malas las comidas rápidas?
La verdad es que no hay alimentos buenos, ni malos, ni mágicos. Parafraseando a Paracelso2 (1943-1541), ningún alimento es malo, todos los alimentos son malos, dependiendo de la porción. En ese sentido, todos los alimentos que consumimos tienen nutrientes que cumplen funciones específicas en el organismo necesarias para la vida. De hecho hay unos requerimientos mínimos de cada uno de ellos para poder llevar una dieta y una vida saludable.
Una alimentación saludable3 es aquella que permite alcanzar y mantener un funcionamiento óptimo del organismo, conservar o restablecer la salud, disminuir el riesgo de padecer enfermedades, asegurar la reproducción, la gestación y la lactancia, y que promueve un crecimiento y desarrollo óptimos. Debe ser satisfactoria, suficiente, completa, equilibrada, armónica, segura, adaptada, sostenible y asequible.
En este punto, se debe entender que una alimentación saludable parte del conocimiento de las necesidades de cada sujeto y que estas necesidades de energía y de nutrientes dependen de aspectos como la edad, el peso, la estatura, el género, el estado de salud, si se está o no en gestación, o si se realiza o no actividad física. Es importante tener en cuenta que si se consumen alimentos de acuerdo a las cantidades requeridas para cubrir esas necesidades, no habrán problemas de salud; pero, si por el contrario, se consumen alimentos por encima o por debajo de esas necesidades, esta se pone en juego.

En el caso de consumir más alimentos de los que necesitamos, sean estos fuentes de carbohidratos, grasas o proteínas, el exceso de energía se convertirá y se acumulará en forma de grasa. Y si el exceso de consumo se mantiene, aparecerá el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades crónicas degenerativas como la diabetes y la hipertensión.
En el caso contrario, si se consume menos alimentos (por ende, menos nutrientes) de los que el cuerpo necesita, este inicia un proceso de protección de sí mismo para garantizar su funcionamiento y comienza a consumir las reservas de grasa. Y si el déficit no se revierte, continúa con las proteínas de los músculos, generando desnutrición y en algunos casos, la muerte.
Como verán, no se trata de un asunto menor, se trata de entender que, si bien es cierto, no hay alimentos malos o buenos, hay unos requerimientos que cubrir, los cuales se pueden alcanzar comiendo lo que nos gusta, siempre y cuando ello esté dentro de una alimentación saludable, prescrita por un profesional en nutrición.

Los demás profesionales de la salud, llámense médicos, enfermeras, odontólogos, educadores físicos o deportólogos, ven materias de nutrición en muchas ocasiones de manera electiva, sin profundidad en los conceptos fisiológicos, bioquímicos, anatómicos, antropométricos, biológicos, etc., los cuales son necesarios para conocer qué pasa con los alimentos cuando se transforman en nutrientes y sus interacciones bioquímicas. Muchos de ellos ni siquiera conocen el contenido nutricional de los alimentos, por lo que es necesario consultar siempre con un profesional en nutrición.
Por ello, se recomienda escoger bien, no sólo su alimentación, sino también quién lo asesorará en este aspecto de su vida.
1 En: http://dle.rae.es/?id=9w3sObI, visitado el 5 sept de 2017.
2 Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, conocido como Paracelso o Teofrasto Paracelso, fue un alquimista, médico y astrólogo suizo. Fue conocido porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquímicos y por haberle dado al cinc su nombre, llamándolo zincum. El nombre Paracelso (Paracelsus, en latín), que escogió para sí mismo y por el que es generalmente conocido, significa «igual o semejante a Celso», un médico romano del siglo I. Hizo famosa la frase “nada es veneno, todo es veneno, dependiendo de la dosis”.
3 Sociedad Española de Nutricionistas Dietistas, 2016.